martes, 7 de septiembre de 2010


Benarés huele a muerto.



Ya en el aeropuerto de Delhi, no encontrábamos por ninguna parte a nuestro chófer entre la marea de carteles, y, cuando estábamos convencidos de que nos habían abandonado, descubrí un cartelito que ponía "Miss Martha" en vez de "Marta" jajaja así son los hindúes. Miss Martha.

Última noche en la India. Hotel lujoso en Delhi. Atuendo para la cena contundente: las sandalias del chico de los ojos verdes de Varkala, pantalones bombachos dorados que me compré por ahí y una camiseta negra ¡y limpia!



No me quiero ir... es demasiado raro pensar en volver a casa y a occidente. No quiero. Me quiero quedar en Mama Luna con Chino o en Bodhgaya con el monje japonés o en la tienda de zapatos de Varkala... ¡¡no quiero volver!! Estoy desesperada, no se qué hacer, no tengo más remedio que aguantarme y pensar que puedo volver...


En el aeropuerto de Barajas:

Sentados en el bar de Barajas, hemos pedido un gran y sabroso bocadillo de jamón serrano y aceite de oliva. España.

lunes, 6 de septiembre de 2010

12/01/08

Yo estaba muy ilusionada con volver al templo japonés, pero no ha dado tiempo porque a las 10 hemos cogido un taxi a Benarés.
El viaje iba a durar 4 horas, todo calculado para llegar a tiempo al aeropuerto y volver a Delhi. El trayecto ha sido un verdadero suplicio: la carretera era como un rally, toda de arena y llena de huecos y baches y montículos de tierra solo aptos para un todoterreno. A los lados de vez en cuando aparecía un camión volcado que no había superado los obstáculos y que nadie había quitado de allí. Teníamos dos conductores que se turnaban, y que al cabo de media hora pararon el taxi en una gasolinera en medio de aquel desierto para comer. A Litos casi le da algo, porque llegábamos tarde y estábamos hartos de pegar botes y pasar miedo. El colmo llegó cuando Litos, por casualidad, le preguntó a los taxistas que cuánto faltaba para llegar. ¡¡Dijeron que 6 horas!! No íbamos a llegar a tiempo al aeropuerto, pero no podíamos hacer otra cosa que esperar a que terminasen de comer e insultarles en español (Litos). Cuando estábamos parados metidos en el taxi, un gran grupo de niños nos acorralaron pidiéndonos, dando golpes en las ventanas y gritando lastimeramente. Los taxistas se pasaron todo el viaje haciendo bromas, mientras Litos casi les asesina para ponerse al volante.



Lo más gracioso es que con todo el retraso que llevábamos los taxistas, a la entrada de Benarés, se pararon enfrente del templo del Dios Mono y le rezaron durante 5 minutos y le pusieron flores nuevas. Es el Dios que da fuerza a los conductores o algo así.



Al final el vuelo de Benarés se retrasó y llegamos a tiempo.

sábado, 4 de septiembre de 2010

el otro Bodhgaya 10/01/08

Los templos orientales se mezclan aquí deliciosamente.
primero fuimos a uno hindú budista, lleno de flores gorditas naranjas, jugosas y frescas, por todas partes: en estanquitos, por el suelo, alrededor de estatuas... Las túnicas de los monjes también son naranjas. Dentro de los templos nadie va con mascarillas.



Los monjes son muy guapos, de todas las edades. Los de alrededor de 17 tienen los brazos muy musculosos y la piel dorada. Lo de los brazos es porque rezan o meditan haciendo una especie de flexiones en una tabla de madera, y rezan mucho.



El templo japonés es mi preferido. Por muy ruidosa y contaminada que sea Bodhgaya, la quitarme los zapatos y entrar por la gran puerta de madera... se me aceleró el pulso y se me pacificó el corazón. El murmullo de la calle se oía muy lejano, como en otro mundo. Dentro del templo, no se oía ni la respiración de la gente, se perdía en el aire limpio. En el centro, un buda de mármol negro, y alrededor gente en el suelo meditando en silencio.
Entonces apareció un monje zen por la izquierda del buda, con una túnica azul increíblemente preciosa. Caminaba casi sin rozar el suelo, era como una sombra sobrecogedora. Era muy bello, la persona más bella que he visto nunca. Dejó unos instrumentos de rezo de madera que llevaba en las manos junto al buda, sin que pareciesen reales sus movimientos y se fue flotando.



Dicen que debajo de un árbol de Bodhgaya Buda alcanzó el Nirvana. Hay un gigantesco buda. Es como una montaña.

Bodhgaya

Espero que no sea cierto que esto es un importante centro budista. Lejos de colores limpios, lamas sonrientes o pensativos y aire limpio, Bodhgaya es la enfermedad del mundo, que no solemos percibir, pero que, en esta pequeña ciudad, se siente como una herida abierta. Los budistas, vestidos con la esperada toga amarilla y naranja, se cubren la boca y la nariz con mascarillas, para no respirar la niebla de contaminación que envuelve este lugar. No es tan intensa como en Delhi o Calcuta, pero al ser una pequeña población cerca de las montañas, se siente más.



Está junto a un lago o algo parecido, con lo que los mosquitos vuelan por todas partes.
Nuestro hotel está recién construido (de hecho no está aún terminado y por las mañanas escuchamos los martillazos). Es muy blanco y muy espiral, debemos ser los únicos inquilinos, o como mucho habrá otra habitación ocupada.
He colgado la mosquitera del ventilador, sobre la cama, desde donde escribo, y aun así un mosquito ha conseguido penetrar y me está dando el coñazo. Mierda.
Son las 5:30 pm, los restarantes no abren hasta las 07:00 pm y tengo hambre porque hoy no he almorzado.
He salido de mi habitación hacia la de Litos y mamá. Por el camino me he encontrado con un ciempiés (o algo así) gordo y grande correteando por el pasillo. He pasado corriendo por el pasillo curvo, y he llegado llena de polvo blanco que he levantado con los pies, debe ser por la obra. A la vuelta, el ciempiés, que había sufrido una patada de Litos, estaba arrastrándose con 50 pies y recubierto de polvo blanco. Somos monstruos.

martes, 31 de agosto de 2010

07/01/08

Dos hombres corren por el aeropuerto, se arrodillan junto a otro vestido de blanco y con las rodillas hincadas en el suelo le besan los pies. Al cabo de unos minutos se arremolina un montón de gente alrededor del señor de blanco y su guardaespaldas. Es un hombre santo. Es el triste equivalente a David Beckam en un aeropuerto español. ¿Es que otorgamos más mérito a las proezas físicas que a las mentales? ¿O anteponemos la belleza a la inteligencia? Prefiero a los fans de la fe. Se acercan a besarle los pies con calma, aunque seguro que tienen el corazón bombeando como un colibrí dentro del pecho.



En el avión entablé conversación con un señor hindú mayor, que nos salvó la vida en el aeropuerto. No había taxis, y nos ofreció llevarnos en coche. No quedó más remedio que aceptar con recelo. Un señor metió nuestras maletas en el maletero de una especie de jeep furgoneta, y otro señor, con algo así como una metralleta en la mano, se metió en el coche. El de las maletas también era chófer ¿en el coche de quién nos estaríamos metiendo? Nos dijo que nos iba a llevar a un hotel que conocía. Litos le echaba miradas nerviosas al de la metralleta, que la llevaba bien sujeta en el regazo. Mamá estaba medio pálida, y los tres nos intercambiábamos miradas de ¡¿?!
Durante el viaje fui especulando. A lo mejor era embajador o algo importante... resultó que el hombre con guardaespaldas y chófer era un profesor de la Universidad en Patna especializado en la Tenia. Nos llevaba al hotel a donde solía llevar a los alumnos que venían unos días desde fuera de Patna. Nos salvó la vida, de veras...

El hotel era como de los años 70, muy cómodo. El problema era que no funcionaba el agua caliente y que el personal del hotel entraba en nuestra habitación cada dos por tres sin llamar a la puerta, pero estoy muy muy agradecida de haber salido de Calcuta, y juro que nunca volveré allí.

Por la mañana:

He tenido pesadillas sobre Calcuta.

Esta mañana ha entrado un tío del hotel (sin llamar) a las 6 de la mañana y nos ha despertado para preguntarnos si teníamos ropa sucia. Es muy gracioso, nunca había estado en un hotel tan parecido a una casa jaja.

Ahora cogeremos un taxi para ir a Bodhgaya, el centro budista. Son 4 horas de viaje. No he conocido Patna, pero parece bastante normal. ¡¡¡Me encanta el budismo, me muero por ir a Bodhgaya!!!

lunes, 30 de agosto de 2010

Mamá describe Calcuta como una ciudad en la que ha estallado una bomba atómica. Para mí es una ciudad de fantasmas. Hoy me he enterado de que muchas de las personas dormidas en la calle que vimos anoche eran muertos, que son recogidos por la mañana. Pasa todas las noches.
Queremos salir de aquí lo antes posible, en cualquier medio de transporte, de cualquier manera.
Como es domingo, solo hemos podido sacar un billete de avión en el ciber, tras 4 años de paciencia con estos ordenadores. Nos vamos después de comer a Pathna.
Para aprovechar el tiempo en esta ciudad del demonio hemos ido al museo de Calcuta. Por el camino he visto a un señor tirado en unos cartones al que le faltaba un brazo. Estaba medio muerto y en medio de un ataque de convulsiones. También se ha acercado una niña muy sucia de unos 5 o 4 años que sujetaba un bebé muy pequeño en sus brazos y nos pedía con ojos llorosos extendiendo la manita.
El museo era gracisísimo. Se trataba de una enorme habitación de vitrinas enormes hasta el techo, que cubrían las paredes y el centro de la sala. Los huesos y fósiles se amontonaban entre pelusas de polvo en las vitrinas, que eran unos armatostes de madera vieja y oscura con los cristales sucios. Todos los cartelitos, en hindú, estaban medio descolgados y muy desgastados. Era de lo más surrealista pasearse por aquel lugar, en el que era casi imposible distinguir los huesos apiñados al fondo de los armarios. Mamá, Litos y yo nos estuvimos riendo un buen rato.



También es muy gracioso el gusto de las chicas hindúes. Algunas se visten con saris preciosos, pero en cuanto intentan imitar a occidente la cagan. En el aeropuerto, tengo delante a una chica hindú como de mi edad con semejante porte: diadema dorada de ondulaciones con brillantes, camiseta blanca de manga larga y cuello vuelto, una tira de encaje blanco en el cuello, muy ancha, como de nenuco; otra camiseta de manga larga rosa chicle superpuesta a la blanca, una falda de volantes hasta las rodillas de estampado escocés negro, gris y rosa chicle, otra falda bajo la primera gris con volantes de tela de tutú, un cinturón con un enorme corazón negro con brillantes y unas sandalias blanco resplandeciente con un lacito rosa de brillantes... sobre unos calcetines blancos. Total, que parece increíble que con lo bellos que son los saris alguien pueda cometer semejante crimen para parecerse a las chicas que ven en las pelis americanas... no hay derecho. Es igual de ridículo que si una americanota de esas grandes se enrrollase un sari a lo hortera.

sábado, 28 de agosto de 2010

05/01/08

Tras el rico desayuno, nos ponemos en marcha hacia Calcuta. Tiene más de 13200 habitantes, y está a dos horas de Mamalacullán.
Solo pasaremos una noche allí, de camino al centro mundial del budismo, un lugar al norte de la India, cerca del Himalaya, donde Dalai Lama pasa el invierno.
Dormiremos en un pueblo cerca de la ciudad de Calcuta.

Desde el avión, por la noche Calcuta es una aglomeración de puntitos brillantes y palpitantes. Parece que vamos a cambiar nuestros planes de no meternos en el corazón de Calcuta para evitar su caos, porque, en palabras de Litos, el pueblecito al que íbamos está "en el quinto coño", así que mamá está buscando en la Lonely un hotel en Calcuta.



El aeropuerto es feo: paredes amarillentas y sucias, suelo gris polvoriento, ventiladores con aspecto de mosquito destartalado, plantas falsas y anuncios de vodafone.

-Bueno, al menos no hay mucho ruido- observa mamá mientras un camión arranca estruendosamente, enciende la radio y un perro ladra.

-Llegar a estos niveles de abandono y suciedad es difícil- dice Litos- coño. esque pintas las paredes, limpias, y pago 200 rupias más...

Esta ciudad es el infierno, es el peor lugar en el que he estado en toda mi vida.

Al salir del aeropuerto, se nos ha acercado un señor encorvado como un cuervo rarísimo que decía algo en hindú e intentaba... ¿ayudarnos?. Yo llevaba el carrito con las maletas, pero este señor, que parece un mono, me quitó el carrito de un empujón. A Litos se le abrieron los ojos como platos, y mientras me gritaba, le quitó al señor-mono las maletas de la mano.

Luego el taxi nos llevó al centro de Calcuta. La gente duerme en la calle, por todas partes, envueltos en trapos sucísimos. Los coches que circulan son viejísimos y oxidados. No hay absolutamente ningún resto de vegetación, y toda la ciudad está envuelta en una nube, producto de la niebla húmeda y pegajosa y la contaminación. En un semáforo, un señor con cara parecida a E.T., nos mira a través del cristal con cara de muerte, pidiendo una limosna. Parecía que estaba dispuesto a romper el cristal.

Mi angustia aumentaba gradualmente, así que le pedí a mamá que me cantase algo, pero estaba cansada, así que Litos cantó una sobre marihuana y hachís, y por lo menos nos reímos un rato.

El taxista nos llevó a un hotel lujoso, caro y bonito, dentro del contexto, pero no era el hotel al que le habíamos pedido que nos llevase, así que nos fuimos. A estas altas horas de la noche, que un taxista nos tome el pelo por las comisiones, no sienta nada bien.
Cuando llegamos al Astoria, el que mamá había elegido en la Lonely, terminamos de morir. La habitación, de color verde sucio (para variar) parecía un tanatorio y una sala de autopsias a la vez. El hotel más sucio hasta ahora, casi igualabla a aquel baño de la gasolinera en el que nos paramos hace unos días. Y hay ratas.

Tras instalarnos, salimos en busca de un restaurante. Si por el dia no hay mujeres, por la noche muchísimo menos. Los hombres que estaban durmiendo en la calle susurraban y decían cosas en hindú, y nos miraban como murciélagos en una cueva. Los escalofríos me subían por la espalda. Había un señor masturbándose en la calle, y niños que no eran niños que nos pedían.

Mi único consuelo es que mañana por la mañana nos iremos al santuario budista y podré olvidarme de todo esto, que parece una pesadilla.



A las 5 de la mañana escuchamos, desde nuestro cuchitril (que al menos no es la calle), los rezos musulmanes por el altavoz. Según Litos, "manda huevos", y dice: "¿Pero tú te imaginas que en medio de Santa Cruz grite alguien por un altavoz a las 5 de la mañana para llamar a la oración? Viene la unipol y les mete dos palos".

05/01/08



Esta mañana, con promesas mentales de pan y aceitunas, hemos ido a desayunar a un restaurante español, "Siesta", recomendado por la Lonely Planet, que nos ha fallado...
Cuando pedimos 2 sándwiches de tomate, queso y cebolla y 4 sándwiches sin cebolla el camarero nos miró con ojos deshorbitados y nos dijo que los sándwiches eran de 3 pisos. Pedimos entonces 2 con cebolla y 2 sin cebolla. Al cabo de 30 minutos volvió con 2 sándwiches de un piso de zanahoria, pepino y tomate y otros 2 de zanahoria, pepino, tomate y unas rodajas ENORMES de cebolla, todo ello entre apenas unos milímetros de pan bimbo...
Litos se caga en la puta, les llama cabrones, y nos vamos al restaurante francés de al lado del hotel, que es buenísimo, aunque n sabemos porqué nunca nos ponen servilletas hasta que las pedimos.

viernes, 27 de agosto de 2010

04/01/08

Ha llovido todo el día y toda la noche. Mamá y Litos enviaron los impermeables a España por correo porque no los utilizábamos. Hace un tiempo hubo un tsunami que arrasó Mamalacullán, pero esto es solo agua.

Hemos desayunado en un restaurante francés al lado del hotel, recomendado por la Lonely. Está riquísimo.

Mamalacullán es un pueblo artesano. A todas horas se escuchan los martillazos, y hay un montón de tiendecitas de cosas talladas. También hay una gran roca tallada, sobre la que escribo ahora. A unos metros, un cuervo que le quita las pulgas a una cabra. La lluvia es templada, así que ya nos hemos resignado a empaparnos y nos da igual.

Baba es un viejo de pelo blanco y piel oscura que nos cuenta historias. Dice que es nieto de Ghandi. También dice que es mi abuelo. Es muy amable con los animales y los niños. Dice que tiene 7700 años, que no nació en ninguna parte, sino en todo el mundo, y que puede hacer lo que quiera: arrancarse el corazón, convocar un tsunami...
Se ha llevado a Litos a un cuartito y le ha contado un secreto.






Tras la lluvia, los mosquitos se han desquiciado y chupan toda la sangre que pueden. me han picado en los tobillos.

miércoles, 25 de agosto de 2010

03/01/08

-Pataleta le voy a dar yo, la hostia (...), un puto té (...), y a mí no me piquen ¿eh? (...) ¡160 kilómetros! yo solo quería hechar un puto meo y tomar un té (...) ¿lo apuntaste?- me Litos dice mirando el diario- me toca un pie y parte del otro (...) ¿Qué coño pasa? (...)- y, tras desahogarse, se parte de risa.

-Unión con la naturaleza, estado de naturaleza en estado puro- dice mamá mirando las moscas que se posan en su cerveza.

Cada loco con su rollo.

Llevamos 24 horas dentro de un puto autobús para ir de Varkala a Mamayapurán.
En la estación de autobuses nos dijeron que era un autobús- cama. Nos tuvieron 3 horas en una habitación mirando una película de Bollywood. No me gustan nada, ni tampoco los anuncios de los paneles publicitarios. Aquí las chicas son monísimas, y el ideal de hombre es gordo, feo y con bigote. Se nota que son los hombres los que manejan la India...



En fin, resultó que el autobús- cama era un simple bus con asientos que se echan 10 centímetros para atrás. Claro, eso aquí es un lujo, pero el viaje ha sido un suplicio y me duele todo. Sin embargo, lo peor del viaje ha sido cuando paramos en la gasolinera... yo quiría hacer pis en el campo, pero en el bus eran casi todo hombres y mamá no me dejó por si montábamos un escándalo o algo. Así que entré en el de la gasolinera... y no podía ser cierto lo que veía... paredes y suelo blancos sepultados bajo una capa gris y marrón, agujeros malolientes en el suelo en vez de váteres, y un olor completamente vomitivo. Mientras me preguntaba cómo salir de allí sin vomitar, entró una señora que se tapaba la nariz y la boca con su sari. Así que saqué el pareo y la copié, hice pis cerrando los ojos para no sufrir y salí corriendo de allí.



En Varkala me he puesto henna en el pelo. La señora era muy profesional, a lo casero, pero me ha dejado el pelo precioso. Me encanta no tener que ponerme nunca colonia ni espuma en el pelo, no me importa en absoluto el aspecto físico que tengo, me encanta lo cómodo que es ir como quieras. Me da mucha pena irme de Varkala. Incluso hice un amigo allí... tenía 17 años y trabajaba en una tienda de zapatos. Tenía unos ojos verdes preciosos que contrastaban con su piel morena cobriza. Le compré unas sandalias que me quedaban un poco grandes, así que me cogió de la mano y me llevó al zapatero. Luego quise que viniera conmigo a la playa, pero tenía que trabajar.
También echaré de menos al cachorrito que se me acercó en fin de año. Yo llevaba unos pantalones de seda dorados, pero me dio igual cogerle y dormirle en mis rodillas. Estaba lleno de pulgas, pero le acaricié igual porque era muy tierno, y le gustaba que le acariciase la cabecita. Me lo quería llevar, pero me he tenido que despedir de él.

Cuando el autobús- cama llegó a la estación, cogimos un taxi para ir a Mamalacuyán. Iba a ser media hora de viaje, pero se convirtieron en 3.
Se acaban de acecar unas niñas todas sucias con collares en las manos para vendernos algo. Ya tienen que estar desesperados o ser unos cabrones los padres de los niños en India, nunca paran de acercarse más y más para venderte algo. Tienen 5 años.
Ahora pasa un señor con un mono con un vestido atado a una cadena. Qué hijo de puta, pobre mono.

Mamalacullán es el sitio más pobre en el que hemos estado por ahora. Estamos en un chiringuito en la playa, mamá está comiendo langostinos. El mar es marrón y la playa está llena de basura y animales.



Me gustan los ojos de los hindúes. Son oscuros pero transparentes: se ve en ellos una sencilla felicidad. Seguramente son felices porque no aspiran contínuamente a tener más, están conformes con lo qu tienen, solo aspiran a subir de casta para llegar al Nirvana. Si viviesen en occidente, serían personas insatisfechas. Nunca se tiene todo lo que se quiere en occidente, y cuando eres rico y lo compras todo, te das cuenta de que lo que quieres no se compra con dinero, pero ya es tarde.

Todos los días comemos lo mismo: chiken rice

martes, 24 de agosto de 2010

02/01/08


Estoy histérica. Las hormigas han invadido mi cama. No sirve de nada sacudir las sábanas, y el repelente es solo para mosquitos. Son pequeñas y rojo oscuro, y su picadura duele bastante. Les gusta mi olor. Se meten entre mi ropa. Llevo toda la noche sin dormir y me muero de sueño, así que me tiro en el suelo, en una esquina de mi cuarto. Cuando me estoy quedando dormida, veo en la penumbra una mancha grande y negra en el techo, encima de mi cabeza. Es otra asquerosa tarántula que se mueve de una forma espeluznante. Ya podría comerse las hormigas. Ya no voy a dormir, está amaneciendo. Me voy a la playa. Soy una histérica.

01/01/08

Por la mañana

-¡La madre que le parió, joder!- refunfuña Litos.
En este sitio tardan una vida en servir el desayuno. Pero da igual, me gustan los tambores, el sol y la playa de Varkala.
-¡Me cago en la puta...!- sigue Litos.
-¡Las cosas que le enseñas a mi niña!- dice mamá.
-¿Cuánto dinero quieres para desayunar? Te doy 1000 euros si me dejas en paz- dice Litos.
Ojalá tuviésemos 1000 euros.
Se van y me dejan desayunando... bueno, ya me gustaría, pero sigo esperando el desayuno.
Por fin el Hot Chocolate. ¡Me muero de hambre y de calor!

Por la tarde

Me he pasado 5 horas en el agua, sin salir. Me encanta que esté calentita y que las olas sean grandes pero suaves. Al contrario que en tierra, no no hay animales indeseados en el mar, ni erizos, ni medusas.. ni tampoco piedras.
Un tio me ha enseñado a hacer bodysurf. Nos lo hemos pasado genial. A mi lado, en el agua, había un chico pálido, casi transparente, con cuerpo de Jim Morrison y fracciones afiladas, con un tatuaje en el hombro y el pelo negro y largo. Me encanta.

Quiero volver a la India profunda, esto es bastante turístico.

Hoy ha pasado un elefante por la calle y un bar le ha dado un manojo de plátanos. Me encantan los elefantes, pero siempre los llevan con cadenas en los pies a pesar de ser sagrados.



No me he podido aguantar del calor y he pedido que me pongan hielo en la cocacola. Ahora me duele la tripa.

31/12/07

Hoy me han deseado más "¡Happy new year!" que en toda mi vida.
Al contrario que nochebuena, el fin de año es universal a todos los que compartimos el calendario.



Pero antes de contar el fin de año...
En Kochi fuimos a la selva, fue maravilloso.
Estuvimos metidos en un taxi un montón de horas para llegar a Varkala, en la costa sur.
Queríamos ir a un hotel que decía la Lonely, de juncos, pero no había sitio y acabamos en uno nuevo que tiene una oficina central y luego casitas esparcidas por el terreno. Cada casita es una habitación con baño. Litos y mamá tienen una y yo la de al lado, a unos pasos.

Esta mañana ha ocurrido algo inesperado: Al amanecer, entra Litos de un portazo en mi habitación, mira la puerta pálido y se va. Me quedo trastornada en la cama, y agarrada a las sábanas porque mi pijama estaba tendido el porche secándose. Me visto y voy a la casita de al lado. Resulta que mamá y Litos, como yo, no habían cerrado con llave la puerta, y unos ladrones se habían llevado la cámara de fotos Nikon (adquirida para el viaje a la India y que tenía que durar toda la vida), la cámara de video (que contenía el reportaje del viaje), un reloj, un móvil y gran parte de nuestro dinero para el viaje. No entraron en mi habitación, pero me he quedado sin fotos. Mierda. A Litos le va a dar algo. Bueno, al menos han dejado los pasaportes y las bragas.

En fin, con ladrones y todo, Varcala es como el Caribe. Hay muchas palmeras y el agua del mar está calentita, con unas olas perfectas.



Hemos pasado un fin de año precioso en el Funky Café, que es medio chill-out. Hoy había espectáculos de danza, contorsionismo, música... El dueño se llama Babu, es muy.. "enrrollado" jaja. Controla todo lo último de Varkala.
Como nuestro hotel es nuevo, está limpio. El baño es una gozada, aunque sigue siendo de cubo y tacita. Pero he descubierto que puedo ducharme con una manguerita que está al lado del vater y que se supone que es para limpiarse el culo. Como está nueva, me da igual.
En mi cuarto hay unas mini- hormigas carnívoras que por la noche se meten en mi cama. Me da miedo despertarme y ser un esqueleto. No sé qué hacer con ellas, me van a volver loca.



Y Dios mío, ha aparecido una tarántula en mi cuarto de baño. Me ha dado un infarto.



No sé cómo dormir.

26/12/07

A pesar de los vivos colores con los que se visten las mujeres, no se diferencian tanto de las de Qatar: apenas veo chicas de mi edad por la calle. No salen de sus casas, solo para ir al colegio, si van. Solo veo chicos.
Hoy hemos conocido a unos españoles que viven aquí. El señor es profesor de ESO y Bachillerato en la India. Nos ha contado que en el colegio se nota mucho la diferencia entre chicas y chicos, y que, cuando aparece alguna pareja de novios, pueden pasar dos cosas: si el chico es de una casta superior o igual a la de la chica, los padres les casan. Si el chico es de una casta inferior, la familia de la chica les obliga a separarse, e incluso a cabiarse de colegio y de país. En cuanto dos alumnos se hacen novios, aunque sea lo más informal del mundo, los padres llaman al colegio. Y otros padres protestan porque algunos alumnos van de la mano con alumnas, por lo que es un "lugar de perdición".



Las chicas a mi edad no salen de casa hasta que se casan.

lunes, 23 de agosto de 2010

26/12/07



-Eres una chica especial, sé que vas a ser feliz. Cada vez que mires esta pintura lo recordarás, promételo.- me dice un vendedor al que acabo de comprarle un dibujo de enamorados. No se si se lo dirá a todos los clientes, pero, cómo no, me gusta. El dibujo representa la típica pareja de las pinturas hindúes: un chico de color azúl y una chica muy grapa con las manos entrelazadas en un paisaje bucólico.

-Lo prometo.

25/12/07

Navidad.
Aquí el dia 25 no tiene ninguna importancia. Los hindúes saben que es un día especial para los turistas, y por eso preparan y decoran un poco. Antes de entrar en el taxi, Litos estaba de los nervios, así que ha sido un viaje.. intenso.
Después, vuelo de 6 horas hasta Kochi. Hemos atravesado la India de norte a sur.
Nunca he pasado tanto calor en toda mi vida. El hotel es cutre hasta lo impensable, muy deprimente. Mi habitación es del tamaño de un baño, así que las paredes viscosas se echan sobre mí. Son verde pálido y muy muy sucias. Las cortinas parecen haber salido de la basura. Mi cama consta de dos camas de diferentes niveles pegadas. El cuarto de baño es vomitivo, no pienso ducharme ahí, es realmente repugnante.
Tengo la tensión por los suelos del calor y la humedad, no puedo respirar. Esta habitación me da claustrofobia.
Por la noche, gracias a Dios salimos de la mierda de hotel para ir a cenar a un restaurante lujoso con músicos, para celebrar Navidad. La comida estaba asquerosa. No se si estoy rebotada por haberme tenido que ir de Mama Luna o si realmente tengo razón.
Esta ciudad está llena de cuervos y pescado, porque es un pueblo costero. También hay grandes cucarachas negras aplastadas por todas partes. Esto es el infierno, quiero irme de aquí en seguida. A parte de eso, apenas hay más animales por la calle, no como en Pushkar.



Vale, voy a pensar en Om.

23/12/07

Último día en Mama Luna.
¿Cómo iba yo a saber que el señor de "tortilla española" iba a acabar convirtiéndose en Chino, un personaje tierno que tuvo una mujer española (de ahí que sepa preparar comida española y que se llame Mama Luna) y que, aun analfabeto, me ha enseñado a escribir el "Om" y su significado. Me ha dicho que Om es Todo, la palabra sagrada, y que, si alguna vez en la vida estoy perdida, cansada, angustiada... piense o susurre "Oooom" y piense en lo que significa, y entonces la espiritualidad hindú me dará calma y consuelo. Chino, nunca te olvidaré, ni tampoco a Mama Luna. Es el mejor sitio del mundo y te prometo que volveré. Quiero quedarme aquí para siempre, viendo los atardeceres de las cometas, bebiendo ese té picante tan rico que preparas, bañándome con la tacita y aprendiendo a meditar contigo.



Hoy me voy al otro lado del país, a demasiados kilómetros de Mama Luna. La habitacién con el póster de Ganesha se ha convertido en mi cuarto. En Mama Luna es como estar en casa.
Quiero quedarme con Shama, el hermano pequeño de Chino. Tiene 15 años. Se levanta todos los días a las 6:00 para barrer y cuidar Mama Luna, y cocina cosas riquísimas. Antes de irnos, nos preparó una tortilla y vino a charlar con nosotros. Devoré la tortilla. Me gustría ir a dar una vuelta con él por Pushkar, y ver cómo rezan los musulmanes a unas manzanas de aquí. Quiero quedarme a cuidar Mama Luna.

aún 22/12/09

Por la noche, empiezo a oír, atónita, una voz potente que canta en idioma desconocido y otras cientos de voces que le contestan. Creo haberme vuelto loca. He acabado repitiendo bajito, más o menos, lo que dice la voz principal.
Por la mañana, descubro que son rezos musulmanes, que rezan hasta el amanecer, por el megáfono. Esta mañana me he duchado por primera vez en Mama Luna. Resulta que hay que llenar un cubo mugriento de agua caliente del grifo y luego, con una especie de taza, ir echándosela por encima. He taraddo un total de 45 minutos en ducharme, con ayuda de mi madre para el pelo. Luego me he tenido que secar con una camiseta mia porque no hay toalla.



El desayuno de Mama Luna está riquísimo.

Para pasar a los templos del pueblo hay que quitarse los zapatos. Acostumbro a andar descalza por mi casa, pero no estaba cómoda pensando en lo que iba a pillar allí. Al principio caminé de puntillas, pero luego lo mandé todo a la mierda y pisé el suelo mugriento como por mi casa.



Después de ese templo, me volví a poner los botines de montaña y subimos unas largas escaleras por una montaña para llegar a otro templo. Por el camino, los monos sagrados del templo ponían la mano pidiendo... la cartera, según nos dijeron. Les ignoramos, por muy sagrados que fuesen. Vimos a unos cuantos con carteras en la mano. No puedo creerlo. Los hindúes que también subían se paraban a rezar a los monos. Cuando pasábamos por su lado, se ponían en posición porque creían que también nosotros íbamos a venerarlos. Menudo chasco se llevaban. En la cima, un templo... como de plástico. Es muy curioso comparar una iglesia cristiana con una hindú. Aquí lo importante es la espiritualidad, un espacio en el que rezar. Las imágenes son realmente cutres, y el sitio también.



Luego, visita al lago santo. Hay cientos de palomas. Nos han dicujado un círculo de pigmentos en la frente, nos han echado agua mugrienta por la cabeza y luego nos han pedido dinero. La cosa funciona así: te hacen rezar por toda tu familia, y luego, si no les das el dinero, te dicen que tienen material para maldecirla. En este lago se bañan las personas y los animales, y está lleno de flores amarillas flotando.

22/12/07

Los chicos hindúes son casi todos guapos, aunque un poco flacuchos para mi gusto. De todas formas, tienen unos ojazos oscuros y grandes difíciles de ignorar.



Ayer, mientras descansaba en la terraza, un señor se acercó a mí hablándome en inglés. No le entendía bien. Mamá vino a salvarme y charlaron un rato.
Esta noche ha ocurrido algo raro...: mientras yo flipaba con una salamandra gigante que se paseaba por mi cuarto, tocaron a la puerta. Abrí y era el señor de la terraza, a plena noche, que me invitaba a tomar un café a la terraza. Parecía un señor de negocios, de unos.. 25 años, bastante guapo. Le dije que el café no me dejaba dormir, y me dijo que entonces otra cosa. Me negué a todo, y me pidió entrar en mi cuarto a charlar. ¿Por quién me toma? Siguió insistiendo a pesar de mis negativas, muy pesado. Al final se rindió y me dijo que iba a subir a la terraza a pedir dos cafés y que cuando quisiera subiese con él. No subí. Al cabo de cinco minutos volvió a llamar a mi puerta para acosarme. No sé por qué le volví a abrir, me daba corte ignorarle, y además me lo iba a seguir encontrando por el hotelito todos los días, así que decidí cortar con aquello. Pero era muy difícil, sobre todo porque en inglés era un lío y todo muy lento, y y estaba cansada apoyada en el marco de la puerta y me quería ir a dormir. Desesperada y nerviosa, le cerré la puerta en las narices. Siguió tocand a mi puerta, así que aporreé la pared que daba al cuarto de al lado, el de mamá y Litos, y al fin Litos salió a espantarle y de paso reírse un poco de mí.
A la mañana siguiente me desperté pronto, y el señor me estaba esperando en la escalera de enfrente de mi puerta. Casi me muero del susto.
-¡Good morning!- me dijo. Y luego que si quería ir a dar una vuelta con él por Pushkar. Tuve que decirle que iba a "correr" con mis padres por el pueblo (porque no sabía decir "dar una vuelta").
Sigue persiguiéndome. Le ha regalado a mamá y a Litos una caja de galletas nosequé. Ahora me da pena porque no he querido probarlas. Probaré una... Mamá y Litos me vacilan diciéndome que el hombre es un buen partido y que ya le gustaría a muchas hindúes que un hombre así les hiciese la corte. Resulta que las Hindúes a mi edad ya están casadas y seguramente con algún hijo. ¿Querrá casarse conmigo este señor? jaja

21/12/07

12:05

Por las noches los mosquitos acechan esperando a que me duerma para chuparme la sangre y, de paso, transmitirme alguna enfermedad. He traído el libro "Crepúsculo". Me lo compré antes de salir para estar entretenida, pero es una mierda. Ahora me sirve para cazar mosquitos. Las páginas parecen una colección de insectos. ¡Sangre para los vampiros!

¿Cómo he podido ser tan egocéntrica durante 15 años? ¿Cómo he podido emplear horas en elegir ropa en Zara? Esta gente ni sueña con elegir su atuendo. Lo peor es que sé que lo seguiré haciendo cuando vuelva a España dentro de 30 días. Soy una mala persona. La gente de aquí pensaría que soy imbécil si hablasen conmigo. Me quejo hasta de la comida del avión.

19:30

Hemos llegado en autobús a un pequeño pueblecito muy pobre. Se llama Pushkar.
Debo ser bastante exótica, o a lo mejor a los chicos hindúes les gusta vacilar, pero me han mandado besos cuando pasaba asomada a la ventanilla por los pueblecitos.
En Pushkar, teníamos reservado en un hotel muy lujoso (para seguir con el aterrizaje gradual), pero hemos llegado tarde y han dado nuestra habitación. El hotel tenía una piscina tentadora.
Tirados en medio de aquello, Litos, muy cabreado con el hotel lujoso, se sube a la moto de un tío que repite entre una marabunta de gente "¡¡Tortilla española!!".
Es el dueño de Mama Luna, un hotel de lo más hippie. Las habitaciones cuestan 400 rupias (8 euros) la noche. Mi habitación es de lo más cutre. Menos mal que llevo mi mosquitera y mi saco de tela trasportable. No me meto en esa cama de sábanas marrones ni muerta. La pared es azúl, está vieja y desconchada. Hay un poster encima de la cama de Ganesha, el elefante protector. El baño es enano, sucio y con un grifo del que sale un litro por minuto.
Aterrada, me quería escapar de allí, hasta que Chino, el dueño que gritaba "Tortilla española", nos ha hecho subir por unas escaleritas hasta... el paraíso: una terraza chill-out hippie con el mejor ambiente del mundo. Toda la terraza es de colores, con techo de paja del que cuelgan lunas, estrellas, bolas, elefantes y lámparas. Hay plantas y unos colchones harapientos con cojines en el suelo en el que me encantaría tumbarme, no sé porqué. Un Bob Marley que fuma un porro me mira desde un poster de tela.
De este hotel no me muevo.

Pushkar es una ciudad sagrada. Aquí la gente es vegetariana, no bebe alcohol ni fuma. Pero Litos es un pecador y Chino hace de la terraza una zona sin ley. Va a buscar fuera del pueblo cerveza y cigarros para Litos. Suena reggae. Hay otros huéspedes, hippies. Entre ellos dos españoles rastafaris.



Desde esta terraza se ve toda la ciudad. Por la calle hay vacas, perros, monos, camellos, jabalíes y coches, todos campando a sus anchas por el pueblo. Los monos, grises, tienen el tamaño de un niño. Los jabalíes son como perros.



Al atardecer, mamá, Litos y yo observamos desde la terraza un acontecimiento inesperado y muy emocionante: todos los niños salen a sus terrazas y hacen volar cometas, seguramente hechas a mano, y todo el vielo se llena de rombos, como pájaros, atravesando una luz naranja. Me quedo sin habla.
Me he despertado con el sonido del telefono y una desorientación enorme. Ni idea de qué hora es ni dónde estoy. Luego recuerdo que estoy en Jaipur y son las 12:00. Ducha y desayuno en el hotel. Tiene un jardincito con mesitas redondas blancas de metal y ardillas correteando y dos conejos en una jaula. Hay muchos pájaros cantores y perros limpitos. En la mesa de al lado oigo hablar español. Una ardilla me roba mi tostada de tomate. En España son las 7:15, día de cole. Se me acerca un perrito blanco precioso.
Nuestro chófer nos ha llevado a un antiguo palacio precioso, solo que había algo en la sala central del palacio, sonde se recibía a la plebe, que lo jodía todo: un pomposo árbol de navidad con un papá noel en lo alto. Hay que ver...
Por el día hace una temperatura aceptable, pero por la noche hay que llevar chaqueta.
Después del palacio, visita al Jai Singh, el antiguo observatorio de Jaipur. Alucinante:
Ohhh! Siií!!!!! Hemos llegado!!
Un chófer nos espera en la puerta del aeropuerto, porque hemos decidido hacer un aterrizaje gradual en el mundo de la mochila.

De camino al hotel, a calle es un caos: cada cual aplica sus normas personales, sobre todo en lo referido a la circulación. Los coches se conducen al revés que en España (India fue una colonia inglesa). Las personas se escurren entre los coches, las biciletas, los camellos, los burros, las cabras y los carritos, todo ello polvoriento y desvencijado.



Cuando el taxi llega a un cruce, mamá, Litos y yo cerramos los ojos para que no se nos desorbiten del susto, por los peatones y por nosotros. Hemos estado en el filo de la muerte todo el viaje. No puedo morir, tengo 15 años. Lo peor es que mi padre me ha contado que en la India se vuelcan los autobuses y la gente muere aplastada, pero que no pasa nada porque conviven bien con la muerte. No me extraña que se vuelquen, la gente rebosa por las ventanas y se pelean por hacerse un hueco dentro o en el techo, con paquetes, niños y de todo.



Los hindúes se resguardan del frío alrededor de hogueras de basura en la calle. Visten con harapos y están sucios, flacos y con miradas muy escalofriantes que me hacen un nudo en la tripa. Miran como con desesperación y angustia, aunque a lo mejor son solo cosas mías o es un truco para que les demos dinero. Espero que sea eso. Es horrible.
No pude ver mucho en ese tramo por la suciedad y la penumbra, pero no cabe duda que es la pobreza más profunda que pueda existir, el hambre dolorosa. Me siento mal por sentirme mal por creer estar hambrienta, sucia y cansada. La gente duerme en la calle entre la basura que pisamos para llegar al hotel.



Todo está lleno de perros. Son realmente hindúes: sucios, flacos y avispados. Me siento como un ridículo caniche blanco. Estos perros son como palomas. Ignoran a la gente y la gente los ignora a ellos. También hay vacas como palomas por la calle. Son vacas sagradas, pero no por capricho. Cumplen una función importante dentro de la ciudad: se comen toda la basura que pueden digerir de la calle (y el resto es lo que se quema por la noche), y por ello son respetadas, porque si no todo estaría lleno de cosas podridas. Litos dice que ha leido que las usan para la agricultura durante la cosecha, y luego las sueltan en la ciudad, comen basura, y luego las vuelven a coger a la siguiente cosecha. Las vacas ayudan a equilibrar un poco esta ciudad desequilibrada. La organización y la limpieza me parecen espejismos en el desierto...




Llegamos al hotel Express 66, en la Desh Bandhu Gupta Road de New Delhi. Me doy una espléndida ducha con una pastilla de jabón de manos y esos botecitos de hotel con champú. Luego cenamos en un restaurante recomendado por la Lonely de comida vegetariana (como casi todo aquí). Luego dormí como un bebé que acaba de descubrir el mundo por primera vez.

20/12/07

Llevo cuatro días sin casi dormir, y dos sin tocar una cama o una ducha, como una especie de "purificación" inversa para entrar "limpia" a la India.
Tras 6 horas de vuelo, 4 cucharadas de arroz y 3 uvas, hemos aterrizado en Delhi. Es una ciudad llena de humo, huele a ácido y todo el mundo me mira. Me gustaría saber qué piensan, si soy exótica o una auténtica guiri blancuzca.



En fin, de todas formas Delhi es solo otro trasbordo para llegar a Jaipur, en Rajastán. Hemos cambiado euros por rupias. Llegamos al siguiente aeropuerto en taxi, tras minutos de frustrantes negociaciones con el taxista. Aquí todo es negociable. No existen los taxímetros.



La Lonely Planet es nuestra biblia. Mamá es la predicadora.
Hay que tener cuidado. Los hindúes no son ladrones, sino pícaros y timadores. Los ladrones son los monos. Hay que tener cuidado con ellos, porque sus mordiscos duelen y transmiten enfermedades. Por ahora no se nos ha acercado ninguno... y de todas formas en Delhi no abundan.



Levamos 5 horas en el aeropuerto. Estoy tan cansada que me duermo sin querer encima de mi mochila, en el banco del aeropuerto. En casa soy muy maniática con las luces y el ruido, me gusta dormir completamente a oscuras y en silencio, pero aquí ignoro completamente las televisiones del aeropuerto, la megafonía, la gente y los neones de luz. He descubierto que puedo prescindir del ritual que llevo elaborando 15 años de mi vida: ducha, luego colacao templadito, luego desenchufar los electrónicos de mi cuarto (sí, soy una maniática)... pero aquí el sueño es una necesidad primaria. Tengo la tripa vacía y me siento sucia.

Las mujeres indias son lo contrario de las musulmanas: visten con saris de colores vivos y tienen un círculo en la frente. Muchos hombres, los sijhs, llevan un gran turbante precioso enrrollado en la cabeza. Es como un gran nido. Mamá nos informa de que son los Lossihgs (o algo así), los antiguos mejores guerreros de India, y que ese turbante esconde metros de pelo, porque nunca se lo cortan. Me pregunto si podrán agachar la cabeza sin caerse al suelo del peso, o si podrán mirar hacia abajo en los balcones y no matarse.





El avión es pequeño, pero es solo media hora de viaje. En breves llegaremos a Jaipur, y estan 48 horas totales de viaje habrán acabado. Tengo ganas de desmayarme.