sábado, 4 de septiembre de 2010

el otro Bodhgaya 10/01/08

Los templos orientales se mezclan aquí deliciosamente.
primero fuimos a uno hindú budista, lleno de flores gorditas naranjas, jugosas y frescas, por todas partes: en estanquitos, por el suelo, alrededor de estatuas... Las túnicas de los monjes también son naranjas. Dentro de los templos nadie va con mascarillas.



Los monjes son muy guapos, de todas las edades. Los de alrededor de 17 tienen los brazos muy musculosos y la piel dorada. Lo de los brazos es porque rezan o meditan haciendo una especie de flexiones en una tabla de madera, y rezan mucho.



El templo japonés es mi preferido. Por muy ruidosa y contaminada que sea Bodhgaya, la quitarme los zapatos y entrar por la gran puerta de madera... se me aceleró el pulso y se me pacificó el corazón. El murmullo de la calle se oía muy lejano, como en otro mundo. Dentro del templo, no se oía ni la respiración de la gente, se perdía en el aire limpio. En el centro, un buda de mármol negro, y alrededor gente en el suelo meditando en silencio.
Entonces apareció un monje zen por la izquierda del buda, con una túnica azul increíblemente preciosa. Caminaba casi sin rozar el suelo, era como una sombra sobrecogedora. Era muy bello, la persona más bella que he visto nunca. Dejó unos instrumentos de rezo de madera que llevaba en las manos junto al buda, sin que pareciesen reales sus movimientos y se fue flotando.



Dicen que debajo de un árbol de Bodhgaya Buda alcanzó el Nirvana. Hay un gigantesco buda. Es como una montaña.

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