miércoles, 25 de agosto de 2010

03/01/08

-Pataleta le voy a dar yo, la hostia (...), un puto té (...), y a mí no me piquen ¿eh? (...) ¡160 kilómetros! yo solo quería hechar un puto meo y tomar un té (...) ¿lo apuntaste?- me Litos dice mirando el diario- me toca un pie y parte del otro (...) ¿Qué coño pasa? (...)- y, tras desahogarse, se parte de risa.

-Unión con la naturaleza, estado de naturaleza en estado puro- dice mamá mirando las moscas que se posan en su cerveza.

Cada loco con su rollo.

Llevamos 24 horas dentro de un puto autobús para ir de Varkala a Mamayapurán.
En la estación de autobuses nos dijeron que era un autobús- cama. Nos tuvieron 3 horas en una habitación mirando una película de Bollywood. No me gustan nada, ni tampoco los anuncios de los paneles publicitarios. Aquí las chicas son monísimas, y el ideal de hombre es gordo, feo y con bigote. Se nota que son los hombres los que manejan la India...



En fin, resultó que el autobús- cama era un simple bus con asientos que se echan 10 centímetros para atrás. Claro, eso aquí es un lujo, pero el viaje ha sido un suplicio y me duele todo. Sin embargo, lo peor del viaje ha sido cuando paramos en la gasolinera... yo quiría hacer pis en el campo, pero en el bus eran casi todo hombres y mamá no me dejó por si montábamos un escándalo o algo. Así que entré en el de la gasolinera... y no podía ser cierto lo que veía... paredes y suelo blancos sepultados bajo una capa gris y marrón, agujeros malolientes en el suelo en vez de váteres, y un olor completamente vomitivo. Mientras me preguntaba cómo salir de allí sin vomitar, entró una señora que se tapaba la nariz y la boca con su sari. Así que saqué el pareo y la copié, hice pis cerrando los ojos para no sufrir y salí corriendo de allí.



En Varkala me he puesto henna en el pelo. La señora era muy profesional, a lo casero, pero me ha dejado el pelo precioso. Me encanta no tener que ponerme nunca colonia ni espuma en el pelo, no me importa en absoluto el aspecto físico que tengo, me encanta lo cómodo que es ir como quieras. Me da mucha pena irme de Varkala. Incluso hice un amigo allí... tenía 17 años y trabajaba en una tienda de zapatos. Tenía unos ojos verdes preciosos que contrastaban con su piel morena cobriza. Le compré unas sandalias que me quedaban un poco grandes, así que me cogió de la mano y me llevó al zapatero. Luego quise que viniera conmigo a la playa, pero tenía que trabajar.
También echaré de menos al cachorrito que se me acercó en fin de año. Yo llevaba unos pantalones de seda dorados, pero me dio igual cogerle y dormirle en mis rodillas. Estaba lleno de pulgas, pero le acaricié igual porque era muy tierno, y le gustaba que le acariciase la cabecita. Me lo quería llevar, pero me he tenido que despedir de él.

Cuando el autobús- cama llegó a la estación, cogimos un taxi para ir a Mamalacuyán. Iba a ser media hora de viaje, pero se convirtieron en 3.
Se acaban de acecar unas niñas todas sucias con collares en las manos para vendernos algo. Ya tienen que estar desesperados o ser unos cabrones los padres de los niños en India, nunca paran de acercarse más y más para venderte algo. Tienen 5 años.
Ahora pasa un señor con un mono con un vestido atado a una cadena. Qué hijo de puta, pobre mono.

Mamalacullán es el sitio más pobre en el que hemos estado por ahora. Estamos en un chiringuito en la playa, mamá está comiendo langostinos. El mar es marrón y la playa está llena de basura y animales.



Me gustan los ojos de los hindúes. Son oscuros pero transparentes: se ve en ellos una sencilla felicidad. Seguramente son felices porque no aspiran contínuamente a tener más, están conformes con lo qu tienen, solo aspiran a subir de casta para llegar al Nirvana. Si viviesen en occidente, serían personas insatisfechas. Nunca se tiene todo lo que se quiere en occidente, y cuando eres rico y lo compras todo, te das cuenta de que lo que quieres no se compra con dinero, pero ya es tarde.

Todos los días comemos lo mismo: chiken rice

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