lunes, 23 de agosto de 2010

Ohhh! Siií!!!!! Hemos llegado!!
Un chófer nos espera en la puerta del aeropuerto, porque hemos decidido hacer un aterrizaje gradual en el mundo de la mochila.

De camino al hotel, a calle es un caos: cada cual aplica sus normas personales, sobre todo en lo referido a la circulación. Los coches se conducen al revés que en España (India fue una colonia inglesa). Las personas se escurren entre los coches, las biciletas, los camellos, los burros, las cabras y los carritos, todo ello polvoriento y desvencijado.



Cuando el taxi llega a un cruce, mamá, Litos y yo cerramos los ojos para que no se nos desorbiten del susto, por los peatones y por nosotros. Hemos estado en el filo de la muerte todo el viaje. No puedo morir, tengo 15 años. Lo peor es que mi padre me ha contado que en la India se vuelcan los autobuses y la gente muere aplastada, pero que no pasa nada porque conviven bien con la muerte. No me extraña que se vuelquen, la gente rebosa por las ventanas y se pelean por hacerse un hueco dentro o en el techo, con paquetes, niños y de todo.



Los hindúes se resguardan del frío alrededor de hogueras de basura en la calle. Visten con harapos y están sucios, flacos y con miradas muy escalofriantes que me hacen un nudo en la tripa. Miran como con desesperación y angustia, aunque a lo mejor son solo cosas mías o es un truco para que les demos dinero. Espero que sea eso. Es horrible.
No pude ver mucho en ese tramo por la suciedad y la penumbra, pero no cabe duda que es la pobreza más profunda que pueda existir, el hambre dolorosa. Me siento mal por sentirme mal por creer estar hambrienta, sucia y cansada. La gente duerme en la calle entre la basura que pisamos para llegar al hotel.



Todo está lleno de perros. Son realmente hindúes: sucios, flacos y avispados. Me siento como un ridículo caniche blanco. Estos perros son como palomas. Ignoran a la gente y la gente los ignora a ellos. También hay vacas como palomas por la calle. Son vacas sagradas, pero no por capricho. Cumplen una función importante dentro de la ciudad: se comen toda la basura que pueden digerir de la calle (y el resto es lo que se quema por la noche), y por ello son respetadas, porque si no todo estaría lleno de cosas podridas. Litos dice que ha leido que las usan para la agricultura durante la cosecha, y luego las sueltan en la ciudad, comen basura, y luego las vuelven a coger a la siguiente cosecha. Las vacas ayudan a equilibrar un poco esta ciudad desequilibrada. La organización y la limpieza me parecen espejismos en el desierto...




Llegamos al hotel Express 66, en la Desh Bandhu Gupta Road de New Delhi. Me doy una espléndida ducha con una pastilla de jabón de manos y esos botecitos de hotel con champú. Luego cenamos en un restaurante recomendado por la Lonely de comida vegetariana (como casi todo aquí). Luego dormí como un bebé que acaba de descubrir el mundo por primera vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario