lunes, 6 de septiembre de 2010

12/01/08

Yo estaba muy ilusionada con volver al templo japonés, pero no ha dado tiempo porque a las 10 hemos cogido un taxi a Benarés.
El viaje iba a durar 4 horas, todo calculado para llegar a tiempo al aeropuerto y volver a Delhi. El trayecto ha sido un verdadero suplicio: la carretera era como un rally, toda de arena y llena de huecos y baches y montículos de tierra solo aptos para un todoterreno. A los lados de vez en cuando aparecía un camión volcado que no había superado los obstáculos y que nadie había quitado de allí. Teníamos dos conductores que se turnaban, y que al cabo de media hora pararon el taxi en una gasolinera en medio de aquel desierto para comer. A Litos casi le da algo, porque llegábamos tarde y estábamos hartos de pegar botes y pasar miedo. El colmo llegó cuando Litos, por casualidad, le preguntó a los taxistas que cuánto faltaba para llegar. ¡¡Dijeron que 6 horas!! No íbamos a llegar a tiempo al aeropuerto, pero no podíamos hacer otra cosa que esperar a que terminasen de comer e insultarles en español (Litos). Cuando estábamos parados metidos en el taxi, un gran grupo de niños nos acorralaron pidiéndonos, dando golpes en las ventanas y gritando lastimeramente. Los taxistas se pasaron todo el viaje haciendo bromas, mientras Litos casi les asesina para ponerse al volante.



Lo más gracioso es que con todo el retraso que llevábamos los taxistas, a la entrada de Benarés, se pararon enfrente del templo del Dios Mono y le rezaron durante 5 minutos y le pusieron flores nuevas. Es el Dios que da fuerza a los conductores o algo así.



Al final el vuelo de Benarés se retrasó y llegamos a tiempo.

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